
Lo concibió una biblioteca, como Borges, pero le resultó incompleto, porque siendo que Manuel sabía que podía pasarse la vida leyendo, temía que leyendo se le pasase la vida, aún la inmortal. De manera que si una biblioteca, habría de estar acompañada de lagos y montañas, de ríos y llanuras, de mujeres, muchas mujeres, y manzanas del árbol del bien y del mal, a las que mordería sin esperar que una de las chicas lo tentase.
Había pensado también en un gran estadio repleto de gente, un escenario, luces, una banda: The Beatles; John Lennon invitándolo a sumarse para tocar Twist and Shout; y esa canción, y él tocándola y cantándola eternamente con John, era el paraíso.
Otra de las imágenes era la de una larga carretera atravesando lagos y montañas; una carretera sin fin, donde sólo era posible viajar, pues no había origen ni destino. Y las fuerzas inagotables para transitarla, el espíritu grandioso para apreciarla, eran también el paraíso.
Otra de las opciones descartaba de plano cualquier sonido y cualquier color; nada que llegara mediante los cinco sentidos corporales y tampoco que pudiese corromperse con el filtro conceptual de la mente. Una gran paz exceptuada del dolor, y una conciencia firme y eterna de esa paz y ese no-dolor. Eso también era un paraíso.
fragmento de la novela La Marquesa Salió a las Cinco