fragmento de la novela Páginas Sepia, Luna Amarilla
Algunas noches regreso a la calle donde te vi por primera vez. ¿Por qué? -preguntarás; si estás ahí, allí, aquí, siempre conmigo. Qué busco en esa calle ahora que, sé, no estarás; qué busco inventándome nuevas razones para la melancolía. No lo sé, Clara. Tal vez se trate precisamente de eso, de encontrarle un motivo (ya no me agrada la palabra razones) a este sentimiento que se ha estancado en mi alma. Te veo cada día y sin embargo prefiero buscarte en sitios donde no estarás: prefiero extrañarte. Las contradicciones hace rato que no me espantan. Estoy lleno de preguntas, de dudas, de angustias y de miserias. Pero no me aterra saberme así. Lo acepto, es lo que soy. Y algunas tardes, ya lo he dicho, me agrado. Hoy, por ejemplo, llegué a la calle después del atardecer. Las mesas del bar estaban ocupadas por estudiantes que demoraban el regreso a casa. No era tu hora. No quería encontrarte. Incluso me preocupaba que estuviese alguno de nuestros conocidos en común. Por suerte a nadie reconocí y nadie me reconoció. Me senté a una mesa apartada del ventanal, y allí me dispuse a recordarte. Ni siquiera es amor, Clara, lo que me llevó hasta el bar. Es una necesidad de pureza, de justificar la melancolía. Estar solo sin que nadie exija mi palabra ni que me moleste con las suyas.
A veces logro desligarme de uno u otro mundo: El mío, que pienso y vivo, y el del otro, que escribe y actúa. No es una unificación. Simplemente soy uno de los dos. El problema, Clara (y es lo que podría llevarte a creer que sí se trata de una unificación), es que no sé cuál de los dos es el que está. Uno y otro, de tan acostumbrados a la convivencia, han adoptado rasgos y tics propios del otro. De modo que si uno vive, el otro también parece hacerlo; y si el otro escribe, el uno también lo intenta. Estas palabras, Clara, aunque se presenten con las formas del pasado, como descripción de un acto ya hecho (lo cuál da esa sensación de seguridad en el devenir: es uno observando lo ocurrido desde un palco privilegiado, un mangrullo más allá de la costa) en realidad relatan lo que estoy viviendo ahora. Es ahora que estoy solo sin saber cuál de los dos soy. No importa, él y yo coincidimos en algo más que en los tics que nos contagiamos: el amor no está presente.